Hemos aprendido a desear, esa es una de las mayores creencias que arrastramos y una de las mayores fuentes de sufrimiento. Dentro de todos los comportamientos aprendidos quizás el mayor sea el de la felicidad.
Creemos que obtener determinados bienes materiales, relaciones, tipos de vida, amigos, viajes, etc. es un deseo propio cuando en realidad, a cada uno la felicidad nos la proporcionan caminos y cosas diferentes.
Sin embargo todos experimentamos frustración al no obtener determinadas cosas, sólo que el sufrimiento no procede de no obtenerlas en sí, sino de no escuchar que es lo que queremos nosotros de manera individual en cada momento, que por cierto, suele ser justo aquello que se nos presenta en nuestra vida, aunque conscientemente creamos desear otras cosas.
Incluso porque algo nos haga sentir bien un día o momento determinado, no quiere decir que esto vaya a ser eterno y nos aferramos a desear su repetición sin darnos cuenta de que si ya no sucede, tal vez ya no lo deseamos y nuestra alma quiera experimentar cosas nuevas que le permitan evolucionar y sin duda nos hará sentir bien.
Existen mil ejemplos, pero quizás el más sencillo sea cuando llega el fin de semana y uno cree que la diversión es salir, máximo si el anterior salimos y efectivamente nos sentimos muy bien. Si este no logro encontrar planes, me frustro y siento que algo estoy haciendo mal, cuando a lo mejor, lo que me proporcione la felicidad este día sea estar justo donde estoy, conmigo a solas y ser creativo en mi soledad. Si nos resistimos a la situación difícilmente dejaremos el espacio para que suceda.
No nos limitemos a la hora de definir lo que nos dará el bienestar porque cada día puede ser una cosa diferente. No utilicemos los parámetros sociales, de otros o nuestros propios recuerdos. Como siempre digo, busca el tuyo propio y disfruta……. a tu manera.
Vanesa Saavedra